jueves, 19 de julio de 2007

visita al museo

Hasta ahora, que yo recuerde, nunca me había topado con un grupo de japoneses y japonesas en un museo y si en algún momento de mi vida había sido así nunca había reparado en ellos y aun menos en su modus operandi dentro de un museo. En Japón ya he vivido la experiencia por dos veces y me pensaré mucho que haya una tercera.

La primera vez fue en el Museo Nacional de Tokio que está en el parque de Ueno (donde hay otros muchos museos) y la exposición era sobre Leonardo da Vinci. Llovía y afortunadamente no había que hacer cola así que cogimos las entradas, dejamos el paraguas a la salida del museo y nos dispusimos a entrar. La exposición estaba dividida en dos edificios y la verdad es que no estaba muy bien explicado cómo había que hacer el recorrido o como ir de un edificio a otro.

La primera sorpresa fue la primera cola... enorme cola... para ver un solo cuadro, la anunciación, que tenía una sala entera para el solito. La explicación... era el único original de la exposición. Lo curioso de la cola es que pasaba a escasos cm del cuadro y todo el mundo se quedaba durante minutos a esa misma distancia para ver los detalles del cuadro, que no deleitarse con su contemplación porque ya me diréis qué perspectiva se puede tener a esa distancia.

Así que ese fue el gran descubrimiento, los cuadros o lo que haya que ver en una exposición de un museo en Japón se ve así. Primero se hace la pertinente cola (ya sabéis que hacen cola para todo) y luego te has de quedar un buen rato mirando muy de cerca lo que haya que ver y por su puesto si la exposición tiene éxito estarás muy bien rodeado por decenas de personas que harían lo mismo que tú.

En Tokio, más o menos se hizo soportable porque las salas del museo eran bastante grandes pero en Nagoya... fue un sufrimiento. En esta ocasión la exposición era de Dalí, que como todo lo español allí ha tenido tanto éxito que solo para entrar había que hacer una cola de al menos una hora bajo un sol y un calor de justicia. Afortunadamente en este caso tuvimos suerte y nos saltamos el paso previo al ir a una tienda conveniente y comprar allí la entrada. He de reconocer que también había cola pero mucho más corta y además con aire acondicionado. La pregunta que nos hicimos entonces fue la siguiente: "habiendo decenas de tiendas convenientes alrededor del museo y casi en cada esquina pudiendo comprar la entrada con antelación... ¿por qué hay una cola de al menos una hora para entrar?" ¡qué paciencia! En fin, si no les importa esperar...

Dentro, como os digo fue bastante insufrible, las salas eran pequeñas y llenas de gente así que hasta acercarte al cuadro o la foto era misión casi imposible. Para que os hagáis una idea de la situación os contaré que a una chica que estaba cerca nuestro le dio una lipotimia. Había exceso de gente, no tenían que haber dejado entrar a tanta a la vez. La colección venía de Florida y no estaba mal si no has estado en Figueras viendo el museo Dalí. Pero en mi caso que así es se quedaba deslucida. Aun así me gusto la colección de fotografías de Dalí y poder ver de nuevo el Mediterraneo a través de los vídeos que proyectaban.
Pero aunque dice el refrán que no hay dos sin tres no sé si volveré a pisar un museo en Japón. La sobresaturación de gente, el tener que hacer cola para ver lo que haya que ver y en suma, no poder contemplar la exposición con tranquilidad y cierta perspectiva son para mí motivos suficientes para pensármelo dos y tres veces antes de volver a intentarlo.