El viernes pasado tuve la oportunidad de ver cómo es una escuela de primaria y además comer con niños y niñas de unos 11-12 años. A través del grupo de voluntarios que nos da las clases de japonés otro de los grupos de voluntarios de Nisshin me había pedido que les hablara de nuestra cultura culinaria. Ese mismo día también participarían otras personas de Francia, Méjico, China y Korea.
Llegamos al colegio alrededor de las 10:15. Tras cambiarnos de zapatos y ponernos los de visitantes nos pasaron a una pequeña sala donde nos ofrecieron (bueno más bien lo pusieron directamente, aquí en este tipo de ocasiones, no se pregunta si se quiere un té, las reglas de hospitalidad dictan que el té se tiene que servir y más o menos que te lo tienes que tomar si no quieres ser descortés). Tras el té, a cada una de las participantes invitadas nos vino a buscar un niño/a y nos llevó a la clase correspondiente donde tendríamos que hablar sobre la cultura culinaria de nuestros países por tres veces, serían los niños los que rotarían por las clases en vez de nosotros. Todo un detalle.
Ya en clase me recibieron primero con una pizarra llena de flores de todos los colores y dibujos que habían preparado especialmente para mí. Después, cual soldados a punto de inicial la batalla unos de los niños, que haría más o menos de general, se puso junto a mí y les ordenó ponerse en pié, me soltó un pequeño discurso de bienvenida en japonés del que a penas entendí nada, pero tras el cual el resto de la clase me dio los buenos días (también en español) y me hicieron la primera de las muchas reverencias del día. Les devolví el saludo y las reverencias y comenzamos con la charla.
En este punto ya me había dado cuenta de que en primaria no solo son reglamentarias la gorrita amarilla cuando van o vienen a clase, las zapatillas para estar en el colegio (wabakis), las carteras (normalmente roja para las niñas y negra para los niños, por cierto carísimas pero deben de ser genuina piel y les deben de durar hasta que acaban la Secundaria) sino que todos usan las mismas hojas para escribir y la misma carpeta para sujetar las hojas. Menos mal que aun tienen libertad para escoger el boli con el que escribir y para llevar la ropa que quieran, ya que en primaria no van uniformados.
Continuando con la charla, durante todo el "discurso" y en general todo el tiempo fueron muy aplicados y educados. En el turno de preguntas no hablaban si yo no les daba paso y al final se despedían todos a una dando las gracias mientras hacían la reverencia. Como os podéis imaginar sobre lo que más preguntaron fue la paella, más conocida incluso que los ibéricos. Si hubiera sido al revés seguro que las preguntas habían ido a parar al sushi. Y... una sorpresa, aquí les encantan los churros, los pezqueñines se pirran por ellos así que no me hizo falta dedicarle ni un minuto al tema.
Tras las tres rondas que estaban previstas llegó la hora de comer. Allí no hay un comedor a donde dirigirse, sino que se monta en cada aula y son los propios niños y niñas los que se encargan de poner la mesas para comer y en las que les van a poner los cazuelones con la comida, los boles y el cubierto, que curiosamente no son palillos (reconozco que me llevé una pequeña decepción) sino una especie de cuchara con unos pequeños dientes de tenedor al final. Aquel día tocaba arroz con curry, tortilla de verduras, verduras cocidas y saltedas, yogurt y una botellita de leche para cada uno.
Durante la comida no se habla. Así que aunque intenté hacerles algunas preguntas mi traductora ya me advirtió que no se solía hablar. Más bien se escucha porque siempre hay uno de ellos que se dedica a hablar y mediante el altavoz que hay en cada aula el resto de niños escucha. Cuando ya todos se han servido y han terminado de comer los restos de comida se los reparten civilizadamente. Aquellos que quieren repetir levantan la mano y se lo juegan a piedra, papel o tijera. Y los que no se llevan el premio se aguantan y no forman ningún barullo. Como veis todo muy civilizado.
Tras la comida hay un tiempo de descanso y en esta ocasión como tenían invitadas especiales (todas eramos mujeres) nos obsequiaron cantando una preciosa canción a modo de despedida. Nos sentaron a todas en fila frente a ellos, junto a nosotras un pequeño órgano y la silla de la directora de orquesta que fue la maestra de ceremonias, se subió a la silla, nos saludó y comenzó a dirigir a sus compañeros. Lo cierto es que fue muy emocionante, la canción era preciosa y la cantaron maravillosamente bien, nadie desafinó en ningún momento. Tanta sensibilidad casi consiguió que se me saltaran las lágrimas...
Tras la canción, el saludo de despedida y las reverencias, el niño que nos había ido a buscar a la salita de bienvenida, nos llevó de nuevo allí, nos sacamos unas fotos, nos tomamos un café y recibimos un sobre con algo de dinero por habernos prestado a colaborar en el programa. En fin todo un detalle pero innecesario, sobre todo tras todas las molestias que los voluntarios se toman por nosotros.
Y esto es todo lo que ocurrió en el cole esa mañana. Lo cierto es que no puedo comparar porque ni tengo hijos, ni sobrinos ni hijos de amigos con esa edad pero algo me dice que hay algunas diferencias.... Si alguno quiere compartirlas...