martes, 20 de marzo de 2007

Anochecer en Japón

Sin duda Japón es un país luminoso, no solo porque el zen, el feng-shui y otras formas de vida han iluminado a muchos espíritus de occidente sino porque es un país con mucha luz, nada que ver con la gris Bruselas. A mí me gusta especialmente, sobre todo al atardecer, cuando se cuelan por la ventana los antepenúltimos rayos cargados de intensos pigmentos dorados y rojizos. Es el indicador de que en a penas media hora ya se habrá hecho de noche. Con la excusa, a veces aprovecho ese momento para salir a hacer algún recadito y así disfrutar de la gama de colores que nos regala el cielo casi siempre azul.


Como explicarlo con palabras es difícil, mejor lo hago con imágenes. De estas lo más importante es el cielo, no el paisaje que lo rodea. He sustituído las palmeras de ensueño que acompañan a una puesta de sol idílica en un paraíso tropical por unos edificios de apartamentos altísimos y las blancas arenas de la playa por mares de cables para el transporte de la electricidad. Hasta que haga un poco de turismo esto es lo que hay.



Estos son los primeros reflejos en las casas. Como veis de repente comienzan a aparecer destellos dorados reflejados sonbre las paredes de los edificios. En poco tiempo el dorado va cogiendo una tonalidad más anaranjada.



Poco a poco el sol se va ocultando tras la pequeña colina regalando en el último suspiro el reflejo más intenso. Después viene la calma pintada de salmón entre el azul del cielo y por fin, la noche.