Cuando ya había pasado casi un mes desde que llegamos a Japón y por fin nos pudimos mudar a nuestra casa la consultora que nos tenía que ayudar en esa cuestión me hizo una pregunta que en principio me sorprendió bastante. La pregunta era la siguiente; ¿somos los japoneses tan cerrados y tan pegados a las normas como el resto del planeta dice?.
Por aquel entonces mi contacto con la gente del país había sido muy limitada y lo único que pude contestar fue que las únicas personas que había podido tratar eran los consultores que se habían contratado para ayudarnos a establecernos en el país y las recepcionistas del hotel y que por supuesto todos eran muy amables y agradables.
Con tiempo, como es natural, mi conocimiento ha ido aumentando y consecuentemente mi idea sobre su comportamiento ha evolucionado. Ahora no tengo ninguna duda de cuál es la respuesta a la pregunta. Irremediablemente SÍ. Y sin duda ninguna es así debido a la educación que reciben desde pequeños. Por eso en Japón tienen normas para todo, las cumplen casi siempre y además una vez que la norma está escrita no se cuestiona. Vamos que no en ese aspecto no se practica mucho la mejora continua. NO sé si se preguntarán los 5 Por qué para elaborarlas, pero lo que está claro es que los que han de cumplirlas no lo hacen, se limitan a cumplirlas y ya está.
Además aunque no se trata de reglas hay otro aspecto que a ellos les resulta muy muy difícil de aceptar y no es otra cosa que el cambiar de opinión. Una vez que dices que vas a hacer algo, has de hacerlo. No van a entender que lo no lo hagas o que lo hagas de forma diferente.
Un ejemplo tonto. Yo suelo ir al gimnasio, entre otro días los miércoles antes de mi clase de japonés. Mis profesoras lo saben por lo que siempre me preguntan si he ido. Un miércoles no fui, tenía otros planes. AL llegar a la clase tuvimos más o menos el siguiente diálogo.
Profes: Buenos días, ¿qué tal estás?
A: Muy bien, gracias ¿y vosotras?
P: Muy bien también, ¿qué tal el gimnasio? ¿has ido hoy?
A: No, hoy no voy a ir.
P: (Con cara de consternación como si el inicio de la tercera guerra mundial fuera inminente) Pero... ¿por qué? hoy es miércoles y tu vas al gimnasio los miércoles.
A: (yo, con cara de sorpresa y casi balbuceando como si me hubieran pillado haciendo una travesura) Sí, pero...hoy tengo otras cosas que hacer y no he ido.
P: Ya... pero TÚ DIJISTE que ibas los miércoles.
A: (ya casi con cabreo) Ya...pero esta semana tengo cosas que hacer y no voy a ir.
Como veis el inocente comentario también puede ser tomado instantáneamente como regla de comportamiento y el no cumplimiento puede llevarte casi a la pena de muerte. Exagerando claro.